La estructura de las organizaciones
El entorno actual de la sociedad y del mercado impone a las organizaciones, y a la gestión que les es propia, el imperativo de satisfacer una serie de retos determinados por las condiciones derivadas de un elevado nivel de competencia, de las expectativas y necesidades de crecimiento, de las exigencias de los hoy llamados “stakeholders”, y del creciente y cada vez más acelerado avance tecnológico (Burlton, 2001, 11-35). Para satisfacer estos retos y lograr sus objetivos, las organizaciones deben literalmente “organizarse”, establecer un “orden”, coordinar recursos, definir roles, modos tecnológicos, normas, valores, guías y formas de intercambio con el entorno.
Ahora bien, tal y como ya se ha indicado, el proceso de “organizarse” no es meramente prescriptivo, pues se complementa de la interacción recursiva de los diferentes elementos que conforman la organización; en consecuencia, es el resultado tanto de las definiciones hechas por los administradores y los demás actores implicados en el proceso, como de elementos emergentes que surgen de su actuación y de su interrelación.
Esta forma de “organizarse” es la que se configura justamente la estructura de la organización; ella tiene como fin primordial engranar el conjunto de actividades para permitir el logro de las metas. Así las cosas, “estructura es entonces la forma concreta que una organización asume en un aquí y ahora concretos” (Etkin, 2000, 156). Esta forma se manifiesta en el uso que hace de sus recursos, en las relaciones de sus integrantes con el entorno, en los modos que las relaciones adoptan, en los propósitos que orientan sus acciones y en los programas para la implementación y el control de dichas acciones.
En efecto, la estructura de una organización, tal y como sucede en cualquier sistema, resulta ser la configuración básica u organización interior, de la cual depende de muy diversas maneras el comportamiento del propio sistema en un medio ambiente determinado (Andrade, 2001).
La estructura no es estática y se presenta en cada momento y espacio del devenir de la organización, como un reflejo de sus características singulares. La estructura tiene un carácter instrumental y situacional en el sentido en que determina los modos de acción en cada ‘aquí y ahora’, pues está a su vez determinada por “los recursos de que dispone y el uso que hace de ellos, por las relaciones entre sus integrantes y con el entorno, por los modos que dichas relaciones adoptan, por los propósitos que orientan las acciones y por los programas existentes para su implementación y control” (Etkin, 2000, 156).
El funcionamiento de la estructura se materializa a través del desarrollo de los roles de cada uno de los integrantes de la organización, y fundamentalmente, de las relaciones que se establecen entre ellos. En el desarrollo de dichos roles, los integrantes repiten sus conductas, y esta dinámica iterativa, implica que se repitan también las interrelaciones aún cuando los estímulos que las inician no sean los mismos. Así, la repetición de conductas determina la generación de un sistema estable, coordinado y continuo de relaciones que le otorga a las organizaciones “estabilidad temporal e independencia de su composición personal” (Koontz, 1987).
Puede decirse, de manera más concreta, que la estructura de una organización refleja el conjunto de actividades y procesos subyacentes, que incluyen:
· Los objetivos y planes establecidos que guían las actividades que se ejecutan
· Los niveles de autoridad y la manera como ésta se distribuyen en la organización
· Las condiciones presentes de la organización en el terreno económico, tecnológico, político, social y ético, de manera que permita las contribuciones de cada uno de sus miembros
· Las características o competencias de las personas” (Koontz, 1987, 261)
· El agrupamiento de sus integrantes y de los esquemas de control
· “El esquema de comunicaciones, de coordinación e integración de esfuerzos” (Daft, 2000, 202), y Las relaciones que se establecen con el entorno del cual hacen parte otros grupos sociales
La estructura de las organizaciones ha tenido una evolución acorde con los contextos, las épocas, los mercados y los intereses de los diferentes protagonistas (Morgan, 1991); y dado que las organizaciones son sistemas sociales inmersos en redes sociales económicas, políticas y culturales, su evolución no ha sido ajena, tal y como ya se ha evidenciado, al paradigma de pensamiento dominante que ha abarcado los diferentes componentes de la sociedad.
El orden, que etimológicamente puede considerarse como una armoniosa disposición de las cosas, ha sido el concepto rector de la lógica desde la cual las organizaciones procuran organizarse o estructurarse. Él ha tenido un sustento teórico que varía o depende del paradigma de pensamiento que lo concibe y que ha dado como resultado un esquema de estructuras organizacionales arquetípicas, unas con un sustento teórico dado por el racionalismo, el determinismo, la trivialización y la simplicidad, y otras con un sustento teórico dado por el holismo, el probabilismo y la incertidumbre, la no trivialización, y la aproximación sistémica o integral; un orden natural dado justamente por la naturaleza de las cosas y de los seres vivos que la conforman y un orden artificial dado por el ser humano a sus construcciones (Aktouf, 1998).
Inicialmente, en el marco del paradigma de pensamiento vigente, la búsqueda del orden estuvo enmarcada por el racionalismo absoluto que pretendía la eliminación de toda perturbación e intervención que pudiera afectar el plan predeterminado para el logro de los objetivos, era la búsqueda de los engranajes infalibles, era el triunfo de la máquina y del orden perfecto (Morgan, 1991).
Luego, esencialmente con el aporte de la Teoría General de Sistemas, la concepción del orden en las organizaciones cambia y se basa mucho más en la búsqueda de la armonía entre todos los elementos constitutivos del sistema y en sus propias relaciones, un esquema en el que todas las partes cooperan para que el todo sobreviva, mantenga su unidad y se adapte a diferentes entornos, así como para darle forma global al sistema mismo. Se incorporan entonces nociones como las de autonomía, heteronomía, autoorganización y relaciones dialógicas, cuya comprensión y manejo van configurando para los actores la posibilidad de escogencia de esquemas diferentes de gestión (Etkin, 1996).
Vale la pena indicar entonces en este punto que en presente trabajo se reconoce a la organización como un sistema abierto que, operando en el marco del desorden y de la lógica de lo instituyente y emergente, de la incertidumbre, lo indeterminado y el azar, requiere organizarse para viabilizar el logro del fin que determina su existencia; y que para hacer esto, se estructuran bajo la lógica del orden, el cual, dependiendo del paradigma de pensamiento en el que operan, toma un significado diferente, pero, cualquiera sea la característica de la estructura que se acoja, ella tiene como fin primordial engranar y armonizar el conjunto de actividades para permitir el logro de las metas. La estructura se entiende entonces como la forma concreta que una organización toma en un lugar y momento determinado.
Pues bien, una vez reconocidas las características del concepto de la estructura en una organización, en el siguiente capítulo se abordan los conceptos de integración y de adaptación de dichas estructuras, dos conceptos que como se verá, han sido de gran importancia para el desarrollo del trabajo que aquí se presenta y complementan el marco sobre el cual se realiza.
Burlton, R.: Business process management. Profiting from process, Indianápolis: Indiana, Sams Publishing, 2001.
Etkin, J., Schvarstein, L.: Identidad de las organizaciones: invariancia y cambio, (5ª. Ed.), Paidos, 2000.
Andrade, H.: Dyner, I., Espinosa, A., López, H., Sotáquira, R.: Pensamiento sistémico. Diversidad en búsqueda de unidad, Bucaramanga, Ediciones Universidad Industrial de Santander, 2001.
Koontz, H., O’Donell, C.: Administración moderna, México, Ed. McGraw-Hill. 1987.
Daft, R.: Teoría y diseño organizacional, International Thompson Editores, 2000.
Aktouf, O.: La administración entre tradición y renovación, Cali, Artes Graficas Univalle, 1998.
Morgan, G.: Imágenes de la organización, México, Alfaomega, Ra-ma, 1991.
Etkin, J.: La Empresa competitiva: grandeza y decadencia, McGraw Hill, 1996.